Cuando se desciende por la conocida Avenida de San Sebastián y se está a punto de alcanzar el Mercado de Nuestra Señora de África, a pocos de nosotros se nos habría ocurrido desviar nuestros pasos hacia la pequeña plaza sobre la que se alza una hermosa Iglesia, dedicada (como ya habrá adivinado el ciberlector) al citado santo. Y no sería de extrañar que al recién llegado le fuera imposible llegar hasta ella, ya que el conjunto se halla rodeado por edificios más altos que la Iglesia, lo que impide localizarla en el horizonte.
IGLESIA SITIADA. Así se puede calificar este raro fenómeno. Pero, lamentablemente, es así. Y, sin embargo, es un edificio pulcro, sencillo de formas, de una pureza extraña entre el gris hermético de la ciudad que la enguye. Los parroquianos deben sentirse orgullosos, como numantinos contemporáneos que se resisten al inexorable avance de la urbe.Obsérvese el letrero de la foto superior: símbolo inequívoco de lo que acontece con San Sebastián: el nombre está casi borrado por esa forma de arte urbano denominado grafito (o ejemplo de mala educación y peor gusto, para las mentes tradicionales).
No quería que esta Iglesia y su pequeña plaza pasaran inadvertidas.
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