La Avenida de Anaga abre las puertas de Santa Cruz al océano, como paseo marítimo que flirtea con la mar mientras sus amantes, cruceros de lujo, veleros de todas las Armadas, mercantes de banderas de conveniencia cuyas cubiertas y bodegas rebosan de contenedores, la seducen o huyen tras prometer un pronto regreso a Edén.
Por la Avenida, decenas de peronas deambulan con su prisa calculada mientras cuentan pasos o recorren el camino de asfalto, escoltado por un sinfín de palmeras y árboles de todo tipo. Ciclistas urbanos y patinador@s circulan en ambos sentidos, mientras al otro lado de la avenida los edificios se alzan como muralla que protegiera el alma y la vida de las gentes de los ataques de corsarios y piratas, como ocurrió con HORACIO NELSON: muy pocos en la Península conocen la única derrota del insigne marino británico, pero sucedió aquí, en Santa Cruz de Tenerife, poco antes del desastre de Trafalgar. De hecho, el brazo perdido por Nelson fue arrancado de su cuerpo por un disparo de nuestro famoso cañón (apodado El Tigre ) cuando aquél intentaba desembarcar en nuestras costas... Pero esa es otra historia de las miles que encierra la capital, la isla y el Archipiélago Afortunado.