Cuando se deambula a últimas horas de la tarde por las proximidades de la Plaza de 25 de julio (o "Plaza de los Patos", como la conocemos todos en Santa Cruz), se percibe que el viandante se sosiega sin apenas darse cuenta, suelta el paso y se sorprende observando los edificios que parecen vigias de otros tiempos: robustos, agradables, impasibles, hermosos. Y no se puede dejar de pensar qué diferente era la concepción de los edificios en los dos siglos anteriores: solidez, magnificencia, gusto por el adorno frente a la funcionalidad y libertad creativa de nuestros días. Las ideas mueven el mundo, pero también lo "visten".
Y es cuando, tras merodear casi de forma culpable entre bellas estampas, vergeles privados anclados en sus silencios altivos, el viajero de estas calles se topa con ese tablero circular en cuyo centro se escucha el chapoteo del agua: la Plaza. A la hora de la tarde en que se toman las fotos, es habitual ver a ciudadanos que pasean a sus mascotas, a madres que impiden a sus hijos pequeños que se zambullan en las aguas de la fuente, jóvenes flirteando con la vida cuando la luz comienza a desvanecerse.
Este marco de quietud y contemplación es a modo de pequeña isla en medio de la urbe. Y, como en toda isla que se precie, el agua es un elemento fundamental. Pero, lo que al pasajero del tiempo y del espacio de estas calles le llama la atención es el preciosismo de las baldosas, con vivos motivos animales y vegetales, coloreados con un gusto exquisito.
Como se puede apreciar en las fotografías, los bancos de la plaza están recubiertos de estas bellísimas baldosas polícromas. Y, no conformes con el interés meramente estético, se añade ese toque único que le confieren los rótulos que nos recuerdan las formas en que los anunciantes proclamaban las execelencias de sus productos: publicidad y arte se daban la mano con los medios de otras épocas. Hoy tenemos Internet, televisión, radio... y la publicidad es una labor creativa fugaz y repetitiva, aunque llegue a cotas artísticas en muy contadas ocasiones. Pero, como en la fotos, también ha habido un interés por aunar la belleza con los más genuinos fines crematísticos.
Y no sólo se puede apreciar la belleza de la decoración en el mobiliario urbano, sino que, para el viajero atento existe una atracción adicional, colorida y vistosa: la flora que se planta alrededor de la fuente, en los pequeños jardines periféricos: amarillos, naranjas, púrpuras se entremezclan con el verde de la vegetación para regalarnos una impresión primaveral que nos abrigue del entorno urbano de asfalto y prisa.
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